jueves, 4 de agosto de 2011

Hay días...

Hay determinados días que te despiertas, y no te arranca el corazón. Quizás sea un día soleado, pero tus ojos están vendados y no te permiten ver la luz. Te sientes tan sola, te sientes desprotegida, pero tan agobiada al mismo tiempo. Te levantas por fin, y vas a la nevera para servite el desayuno, pero nada de lo que hay te entra: no quieres chocolate, no quieres croissant, no quieres zumo, no quieres galletitas... nada. Pero finalmente comes algo, con un poco de asco. Cuando has acabado, te quedas mirando el plato y piensas en qué harás ese día: te apetece ir al parque, no; te apetece quedar con un amigo, no; te apetece salir a descubrir la ciudad, no; te apetece hacer ejercicio, no; ¿qué te apetece Sofía?... nada. Pero finalmente haces algo, probablemente con un poco de asco. El tiempo pasa despacio, todo te sale mal, te desesperas, intentas dormir pero no puedes, intentas ver la tele pero te aburres... nada.
Entonces suena el teléfono, finalmente lo coges con un poco de asco, pero la sensación desparece cuando al leer el nombre del llamante te parece que pone "tu ángel de la guarda". Es él, la persona que te llena, que te saca del agobio, del aburrimiento, de la ansiedad, del nada y del asco. Ya no puedes vivir sin él, porque si no, cada día sería de este modo y no estaría él para ayudar.
Cuando creas que algo malo pasa y no se va a solucionar, sólo tienes que cerrar los ojos, relajarte y esperar, porque entonces algo bueno va a pasar. TODO.

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